Leído en 2017 : adolescentes



“Zimmers” 
Mario Méndez 
 Santillana 
 Loqueleo

Creía tener todo. Aunque vivieran ajustados en casa del abuelo, de su limitada jubilación y del trabajo en un supermercado que por fin había conseguido mamá, aunque papá llamara solo de tanto en tanto desde España –a veces ni le daban ganas de atenderlo por más que le pagara el curso de inglés, inaccesible para la economía de la pequeña tribu-. Porque estaba Pablo Oliva, el gordo, su amigo del alma, y el papá de Pablo, que hacía de padrino, les cocinaba exquisitos manjares y los ayudaba en el sueño de la banda…no de rock, no de cumbia, no de rap…de tango. Querían formar una orquesta de tango.

Por eso sintió que desaparecía el mundo bajo sus pies cuando acudió de urgencia al hospital: el abuelo, ese campeón de optimismo y sabiduría, había sufrido un infarto y de él quedaba un anciano asustado, contrito, confuso…

Suerte que en el pasillo, esperando, ve a esa chica. Linda y evidentemente triste. Enseguida, con las manos, juntaron pesares. Ella salía de una relación enferma con Mauricio, que la maltrataba sin que nadie, ni Gilda, trabajadora social, esa amable mujer a la que esperaba en el hospital, ni su padre, viajante y por lo tanto bastante ausente, se percataran.

Deberán remontar tribulaciones, juntos, con altibajos anímicos, con algunos desencuentros. Al abuelo le tocará cirugía, una terapia intensiva larga, angustiante, fatigosa, y laboriosa, recuperación en un geriátrico al que en principio se niega a ir. A Pedro, junto a las dilatadas tardes con el abuelo, el remanso de los ensayos y las comidas en casa de Pablo, y la pequeña alegría de la banda, que empieza a gestarse con dos chicos descendientes de japoneses, que aportan bandoneón y flauta traversa.

Hay que recuperar alegría. Un DVD del curso de inglés que paga papá, le da la idea…¡Genial!.

El nombre de la banda más curiosa que puedas imaginar surge de unos andadores que usan para desplazarse los viejitos de la historia, parecidos a los del geriátrico donde se reponen el abuelo, la dama de los rulos azulados, el ex bombero… De tango, e integrada por viejos y adolescentes. Restañará ausencias y desazones: de mamá, que viene de otro desengaño amoroso, de Marina y sus papás, de Pedro…

La terapia más sanadora es siempre el amor. Y los proyectos, una buena razón para levantarse todos los días. Y la MÚSICA, “esa misteriosa forma del tiempo”.







“Maracumbia” 
Sandra Siemens Irene Singer 
Estrada Grupo MacMillan 
Col. Azulejos Serie Naranja

La última maracumbia fue tan feroz como la primera, la que había generado Pueblito, su río, sus singulares habitantes.

Ya habían sucedido varios eventos curiosos cuando la anunciaron como siempre las tamatamas amarillas que invadieron las calles, las plazas. Por ejemplo, la llegada del primer circo, la primera función en que Yonka Patawa, el lanzador de cuchillos creyó matar a su amada, la monumental Thelma. Doña Águeda había perdido su don de adivinar el futuro en el vuelo de sus gallinas batarazas, y había desafiado al viejo diciéndole “mentiroso”. El viejo, que alardeaba de que en otro río hubiese pescado hacía décadas el pez faraón dorado, que todos en el pueblo aseguraban extinto, no pudo tolerarlo. Por eso, se lanzó a su último duelo con El Mañoso, ese río que porque sí o porque la maracumbia cambiaba su cauce al garete y un día atravesaba e pueblo y otro corría lejos y lo confundía todo. El sapo Alfredo, que vivía en lo de Águeda y siempre había colaborado en las artes adivinatorias, empezó a dar señales oscuras, a meterse en los sueños de los habitantes…de Camello el cartero, de John el fotógrafo, que llegó con el viento feroz de una de las maracumbias más peculiares cuando era apenas un bebé, y aterrizó cerca de la vieja Batea Mahuida, otra chamana indígena, llegada también con la tormenta, que ahí nomas lo adoptó.

Por eso, cuando llegaron los vientos envenenados que enamoraban perdidamente a unos y desenamoraban a otros, y hubo conflictos y duelos, cuando enloquecieron las tamatamas... creyeron estar preparados. Pero no.

Cuando los vientos arreciaron, se llevaron la carpa del circo, al Gran Servando, el mago, los malabaristas…Hubo más rarezas, relacionadas con Alfredo.

No sé. El viejo hizo las paces con el río, que otra vez cambió su cauce, y espera. Las cosas y seres que aparecieron –que no te cuento, claro- , a él, ni fu ni fa. Quiere que Agueda se retracte.

Desopilante. MUY ocurrente, divertido. En cada página una aventura, una historia que uno no imagina cómo puede evolucionar.

Las tamatamas y Alfredo alteraron bastante mi juicio: me costó pescar las palabras para hacerte este convite…se me volaban, se me rebelaban, me desafiaban…ugh





“La fábrica de cristal” 
 Lilia Lardone Mónica Weiss
 Comunicarte 
 Col Veinte escalones

La vida en Pico Chato se acomoda al ritmo de la fábrica de cristales. Soplar, grabar, tallar, embalar piezas preciosas, únicas.

Los trabajos fueron pasando de abuelos a padres, a hijos, a nietos. Ahora Don Aurelio, que consideró siempre a los trabajadores casi parte de la familia, está enfermo, y la firma tambalea.

En Villamayor, la ciudad que compra y redistribuye la exquisita producción de cristales –vasos, copas, tulipas, candelabros y las magníficas esferas que ahora sopla Simón-, Gemma estuvo sumida en descubrir formas, colores, matices, sombras. Empezó de pequeña, gracias a una hermosa caja de colores que desde Pico Chato enviara el tío Pedro. Un día, en mitad de una pincelada, la consternación: papá muere, y la vida retira matices y luces. Solo quedan ausencia y dolor.

Cuando la miseria araña las puertas, mamá decide: a lo de Pedro, a Pico Chato. Gemma cree que deberá renunciar para siempre a sus bocetos, aunque lleva su caja, pinceles, lápices, colores. Pronto descubre qué bueno es amasar, dar forma a las facturas en la única panadería del pueblito…

Hasta que decide pintar ese mundo nuevo, y el tío, exponerlo, para que lo vean.

Paseando fue que la joven descubrió la fábrica, y supo de su prestigio. Quiso ser parte: “ni se te ocurra. No es sitio para mujeres”.

Ella insistirá. Llegará hasta Don Aurelio, lo convencerá. El vitral que descubre en su pequeño espacio de trabajo la decide a bocetar un precioso árbol de la vida, que salvará a la única fuente de trabajo del pueblo, cuando todo estalle, porque a la crisis económica, a los retiros de compra, se suman rumores de cierre, comentarios de la fabricación de piezas con material que esplendece en los productos pero se lleva los pulmones y la vida de quien sopla…sospechas que desconciertan tanto a Simón, que provocan el accidente en que pierde la visión de un ojo y con ello su lugar privilegiado en la empresa.

Justo cuando empezaba una relación tibia con esa muchachita luminosa. A él lo reemplazará Renato, que sopla casi con la misma maestría. Marchará a Villa Mayor, y los comentarios obrarán el rigor de la dolorosa verdad que se cierne sobre la fábrica, su gente, Pico Chato todo.

¿Se puede volver del caos, la mezquindad, la miseria moral, el desencanto?.

Una preciosa novela alumbrada en tiempos de crisis, de cierre de industrias, de plantas recuperadas por el encomio y la solidaridad labradora de los trabajadores, que cuando defienden sus fuentes laborales, defienden la dignidad de la vida y el derecho a la alegría.

Cuando todo se desmorone y Don Aurelio ya no esté, en la airada, rabiosa, desesperada asamblea de hombres, se abrirá paso una joven que lleva otra vida en el vientre, y en las manos la oferta brillante de un futuro posible…
Magnífica. Labrada con ternura, sapiencia, comprensión. Soplada como las más preciosa esfera transparente, para que proteja la luz, esta casi tesis de Lilia Lardone: se puede, su orientan proyectos generosos del generoso colectivo.







“Luces de tormenta”
 Ignacio Sanz
 EDELVIVES
 Col. Alandar

Sabina –Bina para Germán, que la adora y no sabría qué hacer si ella complaciera a mamá y se marchara a Madrid- vive en un pueblo pequeño pequeño de la meseta española. Un pueblo de labradores y criadores de ovejas que atrae todas las tormentas del mundo… “Centirrayo”, se llama. La población siempre está preparada porque el cielo se desgaja en rayos, truenos, granizos y furia en un abrir y cerrar de ojos.

Sabina ama esa pequeña alquería. Se siente azotada por sus propios tormentos: mamá, que vive en Madrid porque no pudo soportar la tensión de ese pueblo cansino sometido por la naturaleza, quiere que ella se marche a la ciudad, que estudie ahí. Papá –mesurado, reservado, amoroso- calla y respeta. Bastante tiene con apañarse solo con su criadero de pollos y el cultivo de granos.

En Centirrayo está todo lo que Bina necesita: su abuela, que es la que más sabe de tormentas: las huele, las advierte antes que nadie; el recuerdo amoroso del abuelo Abilio; los lugares de cobijo donde andar en bici, refugiarse para charlar con amigos, ver cine proyectado en una pared de la iglesia, en la plaza del pueblo.

¿Qué hacer, si el año termina y hay que tomar decisiones para eso que llaman FUTURO?. El pueblo pierde su población joven. El que se va, no vuelve, a pesar de que quienes estuvieron siempre son personas cálidas, amigables, curiosas, acogedoras. Por eso, la profesora de Lengua del Colegio de Villamayor adonde acuden todos los chicos de escuela media, le sugiere a Sabina del Páramo Menta –ella ironiza “Sabina del Páramo de las Tormentas”, y mamá enfurece- escribir. Escribir ordena y limpia –le dice-. ¿Escribir?. Sabina cree que no podrá hacerlo…”no se me da”. “Sobre vos, lo que sentís, sobre Centirrayo, sobre tus papás, tus abuelos y esos personajes curiosos de tu aldea. Ordena lo que apuntes y ordenarás tus ideas y tu vida”.

Ahí va. Lo que leerás es el producto en primera persona de ese intento de la chica de mirarse dentro, de mirar cerca y lejos, de dimensionar. Una escritura amorosa. Una mirada cuidadosa puesta en los territorios afectivos de los adolescentes. Sus dudas, sus miedos, sus respetables convicciones.





“Tres de amor” 
 Ana María Shua    Mónica Weiss 
 ComunicArte 
 Col Veinte Escalones

Tres cuentos. De amor caprichoso. De amor de pura nobleza. De amor que supera todos los odios.

1- Rondalina era maleducada, caprichosísima y princesa. Por eso se le ocurrió que quería y QUERÍA franfrusias. Inútil explicarle que sólo crecían en la Cochinchina, con la que estaban en guerra desde hacía chiquicientos años. Las DESEABA. PUNTO. Así que un valiente capitán y un puñado de osados fueron a la búsqueda de las delicadas franfrusias. ¡Qué horror!...Llegaron, después de enormes peripecias. Cuando el capitán puso manos sobre la primera flor, toda la planta se deshizo. En medio del estupor, vieron que llegaba una pequeña avanzada. Ocultos, observaron cómo el príncipe extendió la mano, y las franfrusias se enroscaron a ella, diligentes y hermosas. Fue bien clara la princesa: FRANFRUSIAS, anhelaba. Así que tomaron prisionero al príncipe y su guardia, y los llevaron a palacio.

Como era de imaginar, la princesa se enamoró de las flores…y del portador –Rabufeto, se llamaba- a pesar de que el joven estaba en calzoncillos, porque para evitar que huyera, quienes lo secuestraron le quitaron toda la ropa. Él tuvo que decirle que las franfrusias no son para comer, sino para querer, y que se mantenían frescas y lozanas si uno era amable. Debió aclarar también que no se casaría con una chica caprichosa y egoísta, porque era heredero de la corona de un gran imperio, y que no estaba para antojos. Parece que la guerra tuvo que seguir, a causa de la rabieta del rey ante semejante desplante. Pero ¿qué habrá pasado con la tozuda de la historia? ¿y con el ejército y con el valiente capitán?

2- En un país muy lejano, hace muchísimo tiempo, había una niña pobre, hija de una lavandera. Había conseguido trabajo –duro y cansador- en la cocina del palacio del marqués. Se aliviaba de pesares entre las raíces nobles de un viejísimo y norme nogal. El árbol era un amigo silencioso y comprensivo, en el que podía confiar.

Un día el marqués anunció que iba a talar el bosque: tenía deudas y sólo entregando la madera a los astilleros reales podría salvar el castillo y los terruños. Si no, se los apropiaría el señor de Kalex, tan cruel y terrible que tenía confinada en las mazmorras hasta a su propia esposa.

Anelise se despidió con lágrimas del amigo. Sintió que una voz profunda le decía que cuando tuviera problemas, sólo tocara su madera…

El bosque fue talado. El señor de Kalex en persona venía a inspeccionar las labores. Así fue como vio en el suelo semejante tronco. Se lo reservó para una carroza especial.

Cuando la tuvo lista, quiso salir de paseo…la carroza no se movió. Trajeron más caballos de tiro…y nada. El señor, empecinado como pocos, publicó un bando prometiendo una importante recompensa para quien lograra mover el carromato.

Nadie lo logró. Desfilaron fortachones, magos y oportunistas. Unos fueron a la cárcel, otros a la horca. El capricho de Kalex a veces otorgaba libertad a alguno…Entonces intervino Anelise. Apenas la rozó, la carroza se puso en marcha. El Señor la tomó por bruja, pero no la condenó. Pagó el premio y la encadenó a los estribos, por si la necesitaba para un nuevo paseo…

Lo quiso enseguida. ¡Oh, prodigio, lo que ocurrió entonces!!!



Solo te adelanto que habrá roble y libertad bien ganada, para la joven, su madre y la azorada comarca.

3- Los crows y los sioux fueron enemigos desde casi siempre. Por eso parecía inconcebible que Nube de Verano, hija del jefe sioux, y Búfalo Veloz, joven crow, pudieran enamorarse.

Pasó que una sierva de la familia de Nube de Verano, que había sido prisionera de los crow entretenía a todos con relatos de las aventuras de Búfalo Veloz, hijo de un jefe de sus captores. Nube de Verano decidió que le gustaba.

Pronto tuvieron la oportunidad de enfrentarse, durante la época de la cacería de búfalos. Por entonces el chico había perdido a su padre. Había construido un tipi nuevo, lo había adornado con plumas de águila y se había prometido ser un gran guerrero (antes había decepcionado muchas veces a sus ancestros)

Mientras los sioux avanzaban en la caza y las mujeres se preparaban para desollar las bestias y cuidaban los caballos, los crow arremetieron contra ellos. Hubo un guerrero tenaz que se enfrentó con Nube de Verano, que era valiente y osada. Ni el cerco de todos los hombres crow logró amedrentarlo. Imponente con su lanza adornada con plumas de ciervo, su rostro pintado de blanco y negro, su tocado de plumas de águila, desmontó a todos los enemigos, y huyó después de mirar triunfante, pero con extraña admiración a la jovencita. Se llevó consigo todos los caballos que ella tenía a su cuidado…Nube de Verano estaba furibunda…y más enamorada que nunca.

El jefe sioux no permitió persecución alguna. Sus soldados estaban cansados y no valía la pena sacrificar a la tribu.

Pasó el tiempo. Nube de Verano rechazó a todos sus pretendientes. Un día anunció que su corazón era del jefe de los enemigos. El padre la despidió con dolor. La atrevida mujer estaba decidida a buscar su dicha en tierra hostil…

¿Qué habrá pasado?. Nube de Verano marchó con la sola compañía de la sierva que alguna vez fuera prisionera, aquella que narraba divertidas aventuras de un niño perezoso, impertinente y audaz como pocos…Dejo que descubras el final de esta historia encantadora, aunque muero por contarte todos los detalles, pasito a paso. Para chicos animosos y muy lectores. Para amantes de aventuras, se entiende.






“Los ojos de la noche” 
 Inés Garland
 Santillana
 Lo que leo

Dalila se siente dos: la que ama incondicionalmente a Pablo, y le consiente todo en nombre de ese amor, y la que pide a esa que ama, una dignidad diferente.

Cuando Pablo decide que va de vacaciones al Brasil sin siquiera consultarla, ella inicia una aventura con Lucía, su hermana, y dos amigas: Maite y Petra. Van al sur, en el viejo auto de Petra, para un mes en contacto con la naturaleza.

Se instalan a orillas del Lago Negro. El gran bautismo es una tormenta que despliega toda su fuerza desmantelando el prolijo campamento. Necesitan fuerzas para recobrar el optimismo. Dal parte con una fuente para recoger moras, y se extravía.

Un extravío que será el encuentro con lo mejor de ella. La que puede acercarse a Saqui, esa viejecita del tamaño de una niña, que en la pequeña cabaña, mientras muele el grano para el pan, le confía el terrible secreto que oscureció el destino de la familia. Halla en sí a la que puede elegir la amistad de ese chico extraño, resuelto y taciturno que es Tharo, nieto de Saqui.

El paisaje, abrumador, abierto, imponente, y los acontecimientos que se desencadenan a partir de la relación de Maite y Lucía con un ser oscuro e influyente –Zasiok, que, sabrá Dalila, arruinó a los papás de Tharo con su capricho obsesivo, su mezquindad- transformarán a la joven en alguien capaz de desprenderse de prejuicios -¿por qué la molestaba antes Petra, la más madura, la que finalmente salvó a las chicas de la crueldad de Zasiok…por su intrepidez a la hora de definir su orientación sexual?- , de elegir sin que intervengan más que su juicio y sus sentimientos. Optará por Tharo, la tibieza de la anciana que es todo lo que le queda al joven. Se quedará al amparo de la montaña, los bosques sureños, el lago…



 




"La calle es mía” 
 Estela Smania
 ComunicArte
 Col Veinte Escalones

La vida, la desolada vida en los bordes, pregnada de miserias y todo lo que viene hermanado: delincuencia, adicciones con que se toleran dolor, violencia, … Ahí, en medio de la zozobra, constante, insistente, la pequeña luz de los actos de ternura, de arrojo, de consideración por el otro.

Una mirada que disecciona razones, y por eso es clemente y compasiva, y atenta al fulgor de la entrega que tiene lugar en esos escenarios de desamparo.

Brutal y gloriosa. La ríspida lengua de la calle, la que destrata y ningunea; la lengua blanda para dar cuenta del coraje, el gesto de amparo.

Desde dos historias, que se cruzan cuando una termina, en un acto final de protección de lo único que amó, se trazarán mapas de la cotidianeidad de una villa que puede ser cualquiera, de cualquier conurbano.

Ariel es trapito. Se impone. Sabe hacerlo: actúa la inocencia y la crueldad. Según hagan falta. Sólo tiene a Mónica, swu hermana, que se le antoja una langosta, flaquita y combativa como es, desde que papá, después de años de palizas, finalmente echó a la calle a Mirta, la mamá tan linda.

Mónica trabaja con Doña Luisa, la panadera que desde que quedó sola, comparte pan, sopa y refugio don quien precise de verdad.

Ariel está preocupado. El Rata, que lidera una banda con El Cangrejo y otros, lo fuerza a que deje abierta una puerta en lo de Luisa, cuando vaya a buscar a su hermana. Está cabreado y perdido el Rata, desde que Mónica lo abandonó por coquetear con Marisa, que vive de los hombres, de la calle, de prostituirse, pura pintura, minifaldas y tacos altos…

El guiñapo inerte en que se convierte Ariel es visto por toda la villa, cuando se lo llevan. Lo ve Vivi, que cree tener algo de tibieza en sus días, porque tiene a mamá, tan luchadora. Mamá limpia casa en el centro, y todos los días manda a Vivi y sus hermanos a buscar a papá, que termina sus jornadas en algún bar, donde pretende apagar con vino esa sed incesante, que él cree consecuencia de su tarea de cavar pozos.

Justo esa noche del dolor de ver a Ariel tendido, mamá falta del hogar. Se la llevaron a una clínica, con el corazón cansado de latir una vida de puro esfuerzo.



¿qué pasará con Vivi, que no quiere pedir, que vende revistas de la parroquia le da que Manuel, cuando falte el timón de mamá? ¿qué será de sus hermanitos, de papá., que tiene sed y la apaga en vino barato? ¿de dónde vendrá ahora el cobijo?



Todos deberíamos abordar esta lectura, para sacudir indiferencias. Para púberes y jóvenes. Para adultos dispuestos a cambiar el orden establecido.




“Salando el río con cucharita” 
 Jorge Luján 
 Comunicarte 
 Col El llavero

Lo conocimos por su poesía, por sus magníficos libros álbums. Por qué portal de promesas entra Jorge Luján a la novela. Extraña, singular, bellísima.

La historia de una familia muy peculiar, con bisabuelos y tíos bisabuelos pioneros, quienes partiendo en tren desde Buenos aires, se fueron desperdigando por distintos puntos de la extensa geografía.

El niño que narra esta hermosa saga, cuenta que su bisabuelo sembró alfabeto y dignidad. Que su abuelo debió convertirse en pastor de ovejas por muchos años, hasta conquistar la libertad de la elección.

Sabremos del tío dado a las palabras y a la mística, que termina sus días tras los muros de un imponente lugar de acogida, alejado para siempre de la cordura.

Del bobo de la escuela, ingenuo, noble, perseguido. De la preocupación de una primera comunión, sin la seguridad del estado de gracia necesario para comulgar con Dios. Del primer amor, ardiente y palpitante. De la amistad y las preciosas tardes pueblerinas dilatadas en lecturas: Sandokán, Ivanhoe, Simbad…

Del dolor de no ser de ninguna parte, porque con papá bancario son frecuentes mudanza y desarraigo.



Como breves ensayos insertos, retratos singularísimos de una familia que se ve en sepia, huellas difusas de viejos daguerrotipos. Primos lejanos que son casi leyenda. Abuelos atrevidos.



Más allá del argumento, que acompaña, qué hermosura cómo se hermanan las palabras para construir sintagmas luminosos, llenos de imágenes, anáforas, celebratorios de las mejores y las peores pasiones humanas.

Es una novela. Hay un hilo y un mapa narrativo. Sin embargo, cada capítulo puede leerse como un relato, una pequeña pieza que abre y cierra un pequeño universo, y ahí radica su poderoso atractivo. Ahí, y en la sabiduría en el uso de los recursos de nuestra lengua.

Una pequeña joya donde abrevar maravilla.





“Un perro llamado Cual” 
 Renato Peralta 
 ComunicArt
 Col Veinte Escalones

Una novelita deliciosa. Llana y entretenida, para dar cuenta de “vacaciones de las de antes”, con aventuras, riesgos, misterio y un poco de dolor, que es parte de la vida.

La familia del protagonista pasa los veranos en un lugar de idilio, lejos de los autos, la electricidad, aunque estén disponibles , y tienten.

Alquilan casa, y perro. Es parte de la casa, cachorro, blanco con manchas negras, arrebatado y amigable. Está ahí. Va a estar siempre, por eso es “alquilado”.

“Cual”, se llama. Va a acompañar al nene, que en la semana se la pasa muy bien con mamá, una artista romántica –usa sombrilla blanca, de algodón con voladitos- que pinta, escribe, ama la naturaleza, y con tía Elcira, que más bien tira a solterona.

Papá solo viene con regalos especiales los fines de semana. Pero está Próspero, que festeja a Elcira y comparte paseos, travesuras, travesías riesgosas con Cual y el niño.

Habrá amor y confidencias con Catalina, chiquita, morena, un pozo de sentido común y sabiduría, ya que siempre ando con el diccionario a cuestas y traduce lo que escucha a su español castizo: ha venido desde España con la abuela Encarnación, que es la voz más respetada, la que cura, aconseja, aprueba en esa pequeña y pacífica campiña.

Pero toca crecer. Llegan la muerte, el apagarse del entusiasmo por los misterios, el dolor y el fin del último verano de infancia. Ya no está la abuela Encarna, Cual se ha ido, en la ciudad empezarán las clases de secundaria…

¿Quedarán ecos de esos magníficos veranos, o es cierto aquello de “nada es para siempre”?.



Me gustaría que tuvieras el mismo gozo un poco nostálgico que viví mientras la recorría…






“Lo que guarda el caracol” 
 Paula Bombara
 Santillana Lo que leo

Fernando Plazas, biólogo, cree tener consolidado su equipo de investigación. Conviven y estudian gastrópodos… Alejo Di Martino no atraviesa sus mejores días. Hace tiempo qué él y su pareja sueñan una familia…el bebé no llega. Agustina Fiorinni avanza con su tesis de doctorado. Tal vez la tensión, la urgencia de terminarla para consolidar el grupo la lleve –ironía- a gestos visibles de egoísmo y arbitrariedad.

Lucrecia tiene un gran anhelo. Lo cobija mientras disecciona, pesa, mide. Pero está sola. Porque Luciano tiene en mente la familia modelo, los papás la quieren de regreso en el pueblo, y ella, ella se aferra a ese ámbito callado donde todos parecen “dedicar la vida a ir de ilusión en ilusión, convencida de que gracias a esas búsquedas en el futuro se sabrá más y más”. Ella quiere saber más.

Fernando cree que puede. Por eso trae a Mirko Brusik, un chico extraño que no puede admitir el contacto físico, ni las mentiras, ni entender las metáforas. Llano, directo, observador, brillante y pragmático, pero tan lejano cuando se balancea nervioso, después de horas de absoluta quietud, cuando sus dedos se mueven como libélulas, cuando precisa refugiar sus manos en la caracola azul.

Fernando confía. Hay solidez en esa trama de estudio y dedicación… La mirada de Mirko, que desde su singularidad , frágil y aislada, alguna vez pudo sostenerlo, precisar ser llevada otras, cree, alumbrará búsquedas.

Nadie puede sospechar el temblor, la vorágine, la luz, el éxtasis. La calma, las decisiones que vendrán, aunque todos deban refugiarse en sus caracolas, para quererse, reconocerse, querer al otro y LO OTRO.

Todos tenemos suturas peculiares, precisamos refugiarnos en nuestras conchillas, y somos capaces de magníficas transparencias.

Tan versátil, tan universal, con mirada de tan honda comprensión SIEMPRE, Paula Bombara.




Se sale diferente de esta lectura. Se sale mejor. Más entero.




“Hasta dónde llegan los campos”
 Esteban Valentino 
 SM Gran Angular

A sus once, Lara no entiende ese terror súbito ante la vista del enorme pabellón, lleno de camas superpuestas. Sólo la lectura de las largas cartas de su abuela Eva, los sostenidos mails con su tía abuela Justine, que vive en Tel Aviv, la ayudarán a comprender qué sucesos dolorosos de la familia, que debió escapar de las garras del terror impuesto por el nazismo, quedaron grabados en la psiquis de la descendencia, en la suya, a la que incluso preservaron de detalles lacerantes, de imágenes de violencia.

Eva tenía dieciséis y Justine doce cuando Viena empezó a ser parte del Anschluss, la anexión al régimen hitleriano. Bo y Da, sus papás, dueños de un importante molino de trigo, tomaron conciencia de la necesidad de poner a salvo la familia, que era judía.

Así empezó la diáspora. Eva tuvo que hacerse adulta de pronto. Tomar decisiones por ella y por su hermana. Endurecerse, escabullirse, aprender. Checoslovaquia, Suecia, Francia, Italia, Argentina, llevando de la mano a la hermana, protegiendo su inocencia niña, casi niña ella también.

Bo abrió el camino hacia Lobería, provincia de Buenos Aires, merced a la solidaridad de otros paisanos.

Da debió abandonar en la tierra natal a la tía Greta, quien fue forzada a ceder su casa y marchar a la solución final pensada para los de su pueblo. Seguir al esposo, esperar a las hijas. Confiar en que lograrían huir a tiempo, hacer la travesía y construir un futuro posible.

Muchos años de charlarlo con Pina, su psicóloga, dejarán a Lara, desaparecida ya su abuela, distantes los mails con su tía, descubriendo amor, aplomo y posibilidades junto a Federico. Tiene dieciocho…puede hacerse cargo de sus miedos, comprender la dureza que a veces blindó a Eva, su abuela, tolerar la separación de sus padres, entender las remezones de su país, que fue nido y acogida para tantos dolientes que huían del horror y la guerra para acabar instalando ese mismo régimen de persecución y muerte…esas paradojas

De cuando los temas perturbadores se abordan con belleza, verdad, delicadeza y prudencia. Acá late nuestro Esteban Valentino, tan entero como lo conocemos.

Desde los doce, imprescindible.








“Elisa, la rosa inesperada” 
 Liliana Bodoc 
 Grupo Editorial Norma
 Zona Libre
Que fue a buscar la historia. Que se le desdibujó en arena y desierto, que se le torció, y que finalmente le impuso su ritmo –de cumbia, desierto, soledad, indiferencias-, dice Liliana.

Así deben doler, arder, marear la soledad y la indiferencia, todos los días, en cualquier parte. Pero en el norte de días de sol inclemente, arenas y piedras, noches profundas de frío que perfora, de abusos que enajenan, debe lacerar más.

La pobreza –la de recursos para vivir con mesurada suficiencia, la del alma- habilita para las peores lacras: el sometimiento, el trabajo a destajo, el contrabando descontrolado, el narcomenudeo, y el negocio más vil: la trata de personas, después de despojar al pobre de la calidad de tal .

Elisa nació en la villa. Che Juan e Irene eran apenas dos críos de catorce, enredados en el desenfado de la cumbia cuando la tuvieron. Creció en el rancho de Rufina, abuela paterna, y la única clemencia que conoció después de la canción de cuna cumbiera que sonó para ella día y noche, fue la de sus manos sanadoras, que molieron el grano para el pan, bañaron, curaron heridas y desconsuelos, hasta que debieron conducirla al “Hogar de niñas indefensas”, porque vieja como estaba y con necesidad de servir todavía en casa de ricos, la abuela no pudo hacerse cargo cuando Irene y Che Juan partieron de gira con “Naranja dulce”, a contagiar ritmo de cumbia villera por vaya a saber qué rincones.

Elisa podía acogerse de día. Era demasiado grande –catorce, y terminada la escuela primaria- para pupila. Debía servir, además. Experta en plancha con rociado, tuvo algo así como una protectora que le convidó lectura –mejor novela que otra cosa, mejor poesía medida y tradicional que el desbarajuste del verso libre- y alguna charla que borrara las horribles huellas del origen: rancho, promiscuidad, villa.



Los quince fueron desencanto y borrachera de vermú caliente. Elisa perdió su virginidad en el río y no tuvo tiempo de lamentarlo.

El hogar ya no era posibilidad. Rufina envejecía esperando noticias de los viajeros, que de tanto en tanto llamaban por teléfono al almacén de la esquina. La tía Anamaría tentó, desde Jujuy.

Elisa fue. Con una mochila prestada que tenía la bandera yanqui por todo pertrecho.

Nada fue como le pintaron. un rincón en un cuarto lleno de mercaderías, la mirada anhelante del novio de la tía sobre sus caderas, un roce acá, una insinuación. La cumbia fue reemplazada por música cristiana. Mucho trabajo y mal humor creciente de los parientes, la animaron.

Otro viaje. A Tilcara, el pueblo de los mil colores y festivas oportunidades. No sabía Elisa que disimulado en carnestolendas, vistosos ponchos, trajes de tafetán y lentejuelas, acechaba el diablo.



Don Abel Moreno, sentado en su silla de mimbre, la vio llegar con la mochila extranjera, rubia entre tanta figura morena, acompañada de ese chico de mirada transparente con el que la chica hizo el trayecto desde San Salvador a la Tilcara de las promesas.

Algo intuyó. Estaba molesto con el bobo del pueblo, que torció su estupidez bonachona en maldad y lujuria cuando lo conchabaron esos que vinieron para traficar mercancías, drogas, mujeres.

Suerte que estuvo. No vio el engaño que pescó a los chicos en la terminal y los llevó a la casa maldita. No estuvo cuando enajenaron a la jovencita, la encerraron con llave, la convidaron a una fiesta , ni en el Pucará cuando la secuestraron…Pero vio al joven. Solo, confundido, buscando…Lo alertó. Lo guió.

Martín, que así se llamaba el muchachito, llegó, preguntó, golpeó y logró que se disolviera la puerta del secuestro …pero Elisa estaba tocada por la marca de la soledad: sentía la presencia ominosa e insistente del diablo, que la tentaba.



El dolor, la tragedia, el aislamiento se derramará en una literatura dura, despojada, intuitiva y feroz. Elisa será capaz de volcar en el cuaderno de tapas con el signo de libra -obsequio con el que alguna vez pagó remordimientos la vieja tutora del hogar- ese derrotero del dolor de clase, del sufrimiento personal, del resentimiento villero.





Al final del cuaderno, una extraña, cruda, despojada y magnética “Cantata Villera”




“Todos mienten” 
 Canela 
 V&R

Con la estética del graffiti, de la intervención ciudadana, del esténcil, este libro bello y atrevido –blanco, negro, violeta- que trasunta , traspira, la osadía, el arrojo, la inocencia, el sufrimiento, la timidez, el recogimiento del adolescente que ama y se entrega, desama y se desmiga. Poemas y coplas de amor, apasionados, irreverentes, doloridos, según el amor se descubra, se corresponda, se apague, se traicione.

Ágil y confidente con los adolescentes, los convoca desde atraparlos con títulos que imantan con su juego gráfico: pinceladas al descuido, tachones y letras que se caen y convidan, lúdicas y provocativas tipografías “mezcladas”: delgadas como agujas, contundentes, blanco sobre negro compacto, negro sobre blanco o violeta, recortes…

Para encabezar cada “Sección” Canela apela a las huellas de otros poetas. Hay preciosos epígrafes de Neruda, Lope de Vega, Khalil Gibrán, Dante, Shakespeare, Alfonsina, Galeano…



En el vaivén de tu azul

Se me aparece el mar…



“Si fuera duende

Entraría al bosque de tu pelo

Si fuese atleta

Saltaría por al arco de tus cejas…”



“Quedé solo rumiando

Geografía para marzo”



El mundo de nuestros chicos: previas, escuela, whatsapp y celulares…



“Mido tu celular

Ciego tu whatsapp

Ya no puedo esperar más…”



Apelaciones al mundo infantil, ahí, cerca…



“Con una cuerda

de barrilete

seguí tu sombra

papel de seda…”



La eficacia de la copla, siempre…



“Palabritas de azúcar

gajos de verde limón

no se vayan a perder



sin encontrar a mi amor”






“El ruido del éxito” 
 Andrea Ferrari Santillana 
 Lo que leo Col. Sol de Noche

Sol Linares crece y madura. Su relación con Tatú, miembro del equipo de “Hora cero”, el diario del que su padre es director del Área Noticias, parece consolidarse. La convocan toda vez que tiene una primicia, que publica también en su Blog “Sol de Noche”, firmando como Julián Monterreyes, aunque deba reconocer que muchas puntas y pistas se las brinda alguien que colabora como AL TIMÓN.

Cuando estalla la bomba de la muerte en el aire de Silvina Estevez, participante del reality “Con los ojos abiertos”, el caso la atrapa y se aboca con todo pese a que su papá no quiere que descuide sus estudios formales de periodismo.

Justo cuando está revisando la trama de lo que no se sabe si es muerte natural o asesinato, recibe noticias inquietantes: Silvio Berco, la persona que trabajaba con Anne, su madre fotógrafa, en el momento del tiroteo que acabó con su vida cuando Sol era poco más que una beba, viene a Buenos Aires. Quiere verla y darle todo lo que tiene sobre el caso. Al Timón quiere develar su identidad. Tiene pistas interesantes sobre el caso Silvina…¿cómo manejar tantos frentes y mantenerse entera?. Necesitará afecto –Tatú, el Loro, papá, el aliento de los miembros de la redacción de Hora Cero- para sostenerse, para elegir.

Un final creíble y esperanzador para la trilogía policial que se iniciara con “La velocidad de la música” y “Las marcas de la mentira”.

El suspenso se mantiene siempre, en todos los frentes de la vida de Sol: la muerte de mamá, el Blog, papá y sus temores, Tatú, el diario y el caso que la catapulta como una promesa del periodismo de investigación. Para jóvenes






“Tus ojos”
 Eduardo Abel Giménez Cecilia Afonso Esteves 
Calibroscopio

Blancos, libres y sugestivos. ¡Cuántas atrevidas, insólitas, sorprendentes, inquietantes metáforas para hablar de los ojos, esas ventanitas por las cuales asoma el mundo a nuestras vidas, ese precioso balconcito cristalino desde el cual bebemos la belleza, o somos testigos de los dolores, las miserias, la ventura de los días…

“Tus ojos son como..” y se abren, insospechados, osados, irreverentes “ensayos”. Los versos se encadenan y convocan más más más…



“tus ojos son/ como la primera hoja/ de un cuaderno sin empezar… como el mapa/ de un continente perdido/ como el mapa perdido de un continente…como la conjugación tan irregular/ del verbo ir… como el polo magnético/ que justifica mi brújula… como una mañana/ de porvenires sobreentendidos…como una canción de Los Beatles/ escuchada por segunda vez…” 

 Y tanto más, bello, sorprendente, impensable. Vos elegís, pero ¡abrilo!. No hay edad sugerida para toda esta belleza.





“El pacto” 
 Florencia Gattari   Sebastián Vargas 
 SM Gran Angular

Petra es como su nombre. Obligada a ser dura tras una historia de frecuentes mudanzas que la dejaron sin arraigo y con poca historia, con papás que congenian poco entre sí y fluctúan entre la indiferencia y el autoritarismo con sus hijos: ella y Esteban, su hermano mayor, tan peleado siempre con la vida.

Alejo detesta estar en casa, con mamá triste y ojerosa, los hermanitos escondiéndose de miedo de ese padre tiranizado por el alcohol. Cuando ella llega al colegio, desafiante, silenciosa, sola y todos los compañeros le hacen un ostentoso vacío, él, que está en 5º, tiene sus amigos y está enamorado de Romina, que va a 4º con Petra, le propone EL PACTO.

Un año de encuentros que perfilan casi una cálida amistad, en que se lavan las heridas del dolor de los hogares, del desamor, hasta el desenlace no previsto, no deseado…

Un cruzarse casual, rápido en la terminal de Retiro., provocará esta serie de mails y las largas cartas que prometen entregarse para explicarse, para sellar la paz, tal vez, después de las vacaciones de uno y otro…

Una novela que no es más que una serie de mails –ingeniosos y creativos los de él, cautos y reservados los de ella- entre alejotorrrres@yahoo.com y petra.samaras@gmail, dos extensas cartas y una dilatada postdata que son vuelco de confidencias, dolores, frustraciones, rencores, para restañar el dolor propio, el del otro.

Un hallazgo, esta manera que legitima para la literatura el uso de la tecnología, que con pocas palabras nos contacta al instante, y reivindica a la vez la tradicional escritura de largo aliento que caracterizó las relaciones a distancia en otras épocas.

Ingeniosa, buceadora, profunda. Para adolescentes y jóvenes.




“Nadar de pie”
Sandra Comino 
 ComunicArte Col. Veinte escalones  /  Libros del Náufrago

Mavi, Malvina, Malva, según quien la nombre y la ame, ha vivido tironeada entre la persistente tristeza de mamá, su agobio, su resentimiento, y el control un poco opresivo de su abuela Joselina. Ambas perdieron a sus parejas en la guerra de Malvinas. Joselina a Ernesto, un militar rígido y seco, y su hija Gabriela a Nardo, el papá de Malvina.

La abuela no perdona la dureza de Gaby, que no derramó una sola lágrima por ese padre adusto que pretendió construirle una vida…que ella boicoteó al elegir a un joven y su humilde familia en <Maipú, el pueblito pampeano que fue el último destino de su carrera, truncada por la muerte en el frente, donde también moriría volando –volar era la pasión de Nardo- el amor secreto de su rebelde hija adolescente.

Hermanados por la muerte, y por ignorar uno, la concepción de su nieta, y otro, la existencia de una hija.

Joselina no entiende que habiéndose siempre negado a acompañarla a Puerto Darwin, a dejar unas flores a su padre, ahora Gabi se empecine en viajar a las islas con Malvina y parte de la familia elegida.

Gabi irá a Maipú, se refugiara en casa del abuelo Mateo, su suegro, en la de los cuñados Sara y Jorge.

Jorge sobrevivió al conflicto: solo perdió una pierna. Él y Ernesto, primo de Mavi, contendrán a ambas y tratarán de persuadir a Gabi.

Malvina encuentra en Maipú, que es apenas el fantasma del pueblo que fue, sin la aceitera, sin trenes, y con el barrio militar en ruinas desde que se abolió el servicio obligatorio, muchas huellas. Rescata de a poco recuerdos y afectos olvidados. Mateo es un abuelo cálido y paciente. Ernesto le enseñará a querer la calma cansina de un lugar desvaído y silencioso…

Lo definitivo será saber que Nardo nunca supo de su existencia. <murió sin saber que iba a ser padre.

Es el abuelo quien sugiere la carta. Una larga carta que Malvina pondrá en una botella, para que el mar del sur, el de las islas añoradas, se la lleve al padre, para que sepa de ella, de ambas.

Una de tantas historias –es ficción, aunque sólidamente documentada- que pudo haber ocurrido, desencadenada por una guerra decidida por mentes enfermas de poder, impotencia, ambición. Decisiones delirantes que arrastraron a un pueblo y sus constructos: la economía, la cultura, los valores, los principios, vulnerados por la nada y el absurdo









“Tan solo el mensajero” 
 Lydia Carreras 
 SM Gran Angular

Branco, el chico que disciplinaba soledad y espera en el pequeño departamento de Rosario al que se había mudado con mamá después de la partida del padre a Canadá, el que ocupaba sus horas dibujando con delectación siguiendo instrucciones de cursos de grandes maestros de la historieta, el que providencialmente encontró a Don Otto, el vecino de arriba, un gran dibujante retirado, retorna para que sepamos de sus días adolescentes.

Ahora vive en una casa de barrio y perfecciona su afición con verdadera pasión. La escuela, el club, son para él escollos que le sustraen por algunas horas del tablero, del pequeño estudio donde lo siguen esperando el corto Maltés, Rip Kirby y sus personajes favoritos.

Don Otto le abre puertas a su primer trabajo: una tira en una revista de comic que se replicará semanalmente en “La capital”, importante diario de la ciudad. Durará los meses de vacaciones, porque en eso mamá es inflexible.

Don Benigno Sotomayor confía en esa pluma y ese talento. Pondrá a Branco en contacto con Don Juan el guionista de la historia de ese verano: las peripecias de Harán, el caldeo, niño pastor de cabras hasta que Torno y su ejército lo toman prisionero… Nada será fácil para Harán: es indómito e indoblegable y eso solo augura cada vez peores destinos y más fatalidades. Escenas y oscuridades que Branco deberá perfilar, perfeccionar en viñetas, una tarea que poco a poco lo identificará con el protagonista al punto de atreverse a sugerir otro destino que la muerte en un pozo, ahí, al borde de la libertad por la que se empeña.

Llega el final del receso. La saga de Harán, quien en ese escenario de dolor y humillaciones pudo conocer el amor –Galit es la doncellas que se adueña de su corazón y sus agallas- debe terminar, porque ese fue el acuerdo…El chico se resiste a dejarlo morir.

Providencialmente Juan el guionista, de vacaciones en Italia, sufre un severo percance de salud y Benigno viaja a auxiliarlo, dejando a Branco responsable del cierre de la tira…Entonces se atreve a desafiar los mandatos. Con temor –eso sí- envía su propuesta a la editorial. Sentado en un aeropuerto italiano, don Benigno no puede menos que enorgullecerse.

Dos planos. La realidad de Branco : amigos, escuela, el amor que nace también para él; la confianza de mamá y su aplomo recién ganado; la ausencia dolorosa de un papá que ve muy de vez en cuando por Skype; el mundo en su estudio y en la editorial y el avance que propone Juan el guionista en el derrotero de Harán, que avanza para que leamos y podamos imaginar la fuerza, la sutileza, la gallardía que pinceles, lápices y tintas imprimen a los cuadros que con unción realiza Branco en la intimidad de su pequeño tablero.

Dos planos y dos estilos para proyectar la cotidianeidad del chico, su entorno, y la ficción que deberá narrar en viñetas.

No hay un solo cuadro, y sin embargo Harán, Galit, Torno, Sura, se imponen con su valentía, su dulzura, su gallardía, sus oscuras miserias.

No decepciona Lydia Carreras con ningún tema que elija para que la ficción alumbre problemáticas que a veces enturbian, opacan, preocupan, agreden a nuestros haceres y nuestras sensibilidades.

Es como leer dos novelas, entrañables ambas. Un lindo homenaje a un género que en el país se cultivó con verdadero entusiasmo, ese del que da cuenta Juan Sasturain en los diversos escenarios donde lo convocan.





“¿Debemos los hombres lavar los platos?” 
Esteban Valentino 
SM Gran Angular

Nueve chicos. Adolescentes en el último año de secundario. Compartieron también los de primaria. Una vida de quererse, tolerarse, aprenderse, discutir, vivir aventuras que incluyeron historias de amor y desamor, justo al borde del vuelo, de los miedos, de los interrogantes del después.

El Negro –hijo de profesor, único con militancia en los barrios- apunta y enlaza la vida de todos ellos: los “vedeefe, los vagos del fondo”… Santi y Bocha, los payasos, uno triste, alegre el otro; Mati, desolado porque sigue amando a Pato, que ya no lo quiere así; Ale, hijo de un potentado ganadero –“piensa desde arriba de una vaca”, siente Erika que no puede saber si lo ama, porque sabe que no le gusta cómo piensa. Ellos, los que deberían lavar los platos, y no sólo “cazar dinosaurios”. Y ellas: Camila, que presta el escenario para esa noche del último encuentro de descubrimientos, desengaños, amores que nacen; Pato, que ya no ama a Mati y se siente cuestionada y vacía; Erika, tan reflexiva, mordaz, atinada, certera -Ale la quiere más allá de su altivez, aunque sepa y le duele que ella cuestione cómo vive, cómo piensa, cómo actúa-; Susana, Su, sensata, dulce, tierna… por algo la adora el Negro, por algo lo elige ella, sin miedo, sin titubeos, con alegría.

Los vemos ahí, en la última noche de asado –lo preparan los “cazadores de dinosaurios”-, ensalada -la hacen ellas, las que lavan los platos pero cuestionan-, cerveza. Hay jolgorio, desafíos, nostalgia… y mucha aprensión, confusión y temores: están al borde de eso que llaman elecciones, futuro. Saben que a partir de ahí ya no serán grupo, que deberán asumir soledades, forjarse como seres independientes…¿para qué entonces tanto tiempo de arrebujarse unos en otros, y perfilar la identidad del grupo?. Hacen una promesa para veinte años después. Tan lejos parecen veinte años desde los diecisiete en que empieza la diáspora.

Un magnífico cuadro de lo que significa ser adolescente en un tiempo de difíciles asunciones. Una mirada cariños, comprensiva, clemente, de un adulto que no ha olvidado sus diecisiete, la alegría y los tormentos de un período que se vive a todo trance, y sin reservas. Esteban Valentino no defrauda nunca. Una pluma delicada y sobria al servicio de un espíritu abierto, magnánimo y crítico a la vez, alerta para las necesidades de una etapa de búsquedas.





“Intermitente Rafaela” 
Mariana Furiasse 
SM Barco de Vapor Serie Roja

Tiene las caderas anchas y le cuesta encontrar ropa que le guste y que le calce. Papá las abandonó –a mamá Sabine, a Aitana, su hermana mayor, a ella- cuando apenas empezaban a fraguar los recuerdos, y cree que de él conserva su olor. Se siente invisible. No la elige nadie, salvo Rosario, que no la cuestiona y no repara en la talla de sus jeans, y es su mejor amiga. –se queda muda cuando tiene que defender posturas. Dice NO a las salidas y diversiones. Se refugia en la comida y la escritura, Rafaela.

Hubo, hace un año, un fulgor en sus días: Simón, que vio más que su hermosa cabellera larga, que la supo diferente y plena. Pero fue.

Entonces, por mucho tiempo, solo el violín para templar el alma. Ni siquiera escritura. Muchos NO, hasta la mañana en que frente al espejo se despoja de su larga melena. –tijeretazos rebeldes a la altura de la orejas. La mañana en que aparece León, el chico nuevo, y ella se atreve a abordarlo. Día de recuperar la escritura, la visibilidad y el aliento…de a ratos, INTERMITENTE RAFAELA. Porque aparece carta de Manuel, el que alguna vez fue su papá músico, del que le quedan el violín y cierto aroma apenas definido. Porque la gloria de compartir ratos sublimes con León –“es que sos la chica con más personalidad de todo el colegio”-, se pagan con asedio de Simón, para quien se ha vuelto a transformar al menos en curiosidad, los comentarios crueles de las compañeras –“qué le habrán visto, es obesa…”-.

¿Cómo hace alguien que siempre se retrajo y calló para poner límites a la ansiedad de mamá, a sus duras recriminaciones, para poner en palabras más allá de su diario su sufrimiento, para perdonar a papá y regresarlo a sus días, a él, a la nueva familia que formó lejos? ¿Cómo, para aceptarse y encarar mañanas: carrera, León, papá, si solo tiene el amor y el cobijo sin reservas de su hermana Aitana, de sus abuelos floricultores?



¿Quién dijo que la adolescencia es la etapa sublime y liviana de los descubrimientos, las posibilidades y sólo eso?. Adolescentes, pero también docentes, que los frecuentan todos los días…y no los ven.






“Claro que no es fácil” 
Silvia Braun  Pablo Bernasconi 
SM  Barco de Vapor 
Serie Roja  (Premio El Barco de Vapor)


Santiago Troncoso tiene catorce años, el rostro lleno de granos que lo incomodan tanto como la voz, que a veces le sale trombón y otras flautas, problemas de asma. Para todos estos inconvenientes, su  psicóloga, que le enseña a “charlar” con su cara para mantener a raya el acné adolescente, a serenarse para que el aire limpie pulmones y emociones, porque en casa  papá está con problemas en el trabajo, en la escuela le cuesta conectar con Bonsat, su profesor de Historia y Filosofía, que tiene ascendiente sobre él, lo tiene en la mira pese a que es un chico aplicado –“nerd”, le dicen sus amigos peste y Bocha-, está perdidamente enamorado de Angelina  -¿qué le ves?... es creída, le dicen, y hasta su hermana Daniela reprueba- y no pude tolerar las injusticias: le duele el maltrato que padece “Banana” Zanca…
Para escapar, Nicolino, el perro que encontró un día debajo de un banco, que es lo más y no le recrimina granos, ni voz de pito… y su cuaderno de anotaciones, por el que nos enteramos de todas sus tribulaciones y sus gozos.
Cuando papá pierde el trabajo y empieza a estar ausente mucho tiempo, cuando descubra que Banana es abusado en casa y sea Bonsat el que busque remedio, cuando Angelina muestre su verdadero rostro, se abre para Tiago un tiempo de búsquedas, cambio de actitudes , apertura: Bonsat, que ha sufrido un accidente que pone en riesgo su vida, no sólo no es el ogro que imaginaban todos, sino un ser reposado, comprensivo y sabio; papá puede resolver sus inconvenientes y vuelve a ser el puntal tibio  que aborda todo con charla franca, abrazos, en el lugar y las circunstancias adecuadas, y el cuaderno de anotaciones se abre para el bálsamo dela escritura…
Para chicos que están en el umbral de los descubrimientos, para sus maestros y profesores. Para saber  que “nos pasa”.

                                                                         
   


       
“Ramona revelada”  
Mariana Furiasse 
SM Gran Angular.


No se le daba ser sociable, como papá. Tal vez porque se aislaron y se apoyaron uno en el otro, mucho mucho tiempo –no siempre comida caliente, a veces ropa que ya no le entraba, pilas amontonadas en el canasto, sin lavar- solos, cuando murió mamá…Miraba el mundo .desde el objetivo de su cámara. “El ojo de Ramona”, su blog, la conectaba al mundo, hasta que a la vida de papá y por pocos años llegó Franca, y con ella Benicio, lo más parecido a un hermano, que siguió siendo refugio, confidencia, alegría, música, aún después del distanciamiento de los padres
Está bien así. ¿Por qué obligarla a ir a ese pueblo de playa, con una abuela que ni recuerda, pese a que lleva su nombre?. Una semana sola en casa –ya tiene quince, qué piensan- es lo que prefiere. Pero papá se va a Europa, y decide por ella.
Va, enfurruñada y distante: gorros, cámara, compu…
Se le abrirán horizontes insospechados, pese a la resistencia. Playa y mar, gaviotas, arena, misterios…la chocolatería y exquisita casa de té de la otra Ramona, todo fijado por su cámara…Y Joaquín.
Muchas cosas se develan esa semana de oleaje, vientos, lluvia. La abuela –ahora lo sabe- le ha legado temperamento y pasiones. Es sabia, recatada, tierna a su manera,  hermosa en su sobria madurez, independiente y afable.
Extraordinarias experiencias de vida, insospechadas horas de gozo y tribulación, mucho ensimismarse, abismarse y volver a ponerse a tono con el mundo descubrirás si entrás al mundo peculiar de Ramona…de Ramonas.

La adolescencia es tiempo de búsquedas, de misterios, de tormentos y tormentas, de confirmaciones. Precisa la cautela que orienta. Mariana Furiasse lo sabe. Complejos y hermosos los personajes de este pequeño universo. Adolescentes, jóvenes, docentes. Apuntarla como de lectura imprescindible.





“Hoyos”
  Louis Sachar  
SM


Lago Verde era un hermoso solar con bosques, plantíos de duraznos y vegas, rutinas de trabajo, fiestas y su hermoso lago, verde y brillante. Ahí vivía Katherin Barlow, la única maestra y la ganadora imbatible de las competencias culinarias en la preparación de duraznos… almíbar, mermeladas, licores, tartas, conservas. Culta y delicada, Trucha Walker –brutal, adinerado- la pretendía para si. Ella eligió a Sam, que viví del otro lado, cruzaba el lago en su bote Mery Lou, repartía cebollas dulces, ungüentos, lociones, jarabes, cremas de cebolla montado en su paciente mula, Mary Lou también. Todos amaban a Sam,  y sus preparo, tan eficientes o tal vez más que la medicina del matasanos del pueblo. <pero besara un negro fue el límite. Hubo condena para Sam, para las dos Mary Lou…Kate, que sobrevivió a la tragedia sumida en la locura, se transformó en las temible Kate Besos Marlow: besaba y mataba. La boca venenosa dela otrora dulce maestra, el atropello de todo un pueblo intolerante, desencadenaron l muerte lenta, inevitable. Desde la muerte de Sam, no hubo lago,  bosques, cultivos…Sobrevivieron dos viejos robles donde ahora descansa Vigilante, recostada en una hamaca , junto a la oficina que regentea el Campamento Lago Verde, un erial donde no llueve desde hace cien años, a donde van los chicos malos, a cavar pozos, desde la madrugada. Pozos del diámetro y la profundidad de la pala con que socavan, con la obligación de mostrar  todo lo que encuentran mientras hacen su trabajo, un pozo por día, en esa inmensidad que acaba en el horizonte.
Ahí, porque sobre su familia pesa una maldición, porque es pobre, va a parar Stanley Yelnats, acusado de robar unas zapatillas de un héroe del deporte. Cavará junto a los chicos de su carpa, cerca de todos los de otras carpas esparcidas entre montones de pozos iguales, desfalleciendo de sed y soledad, sin saber que algo fuerte y definitivo lo ata a esa geografía. Ahí es “Cavernícola”. Tendrá un solo amigo , “Zero” –cero cerebro, se equivocan todos- a quien enseñará a leer.
El día que cavando encuentra un tubito dorado con las iniciales  KB todo empieza a desmadrarse.
Cundo huya Zero de tanto horror, cuando él lo busque atravesando el desierto, cuando lo encuentre debajo de los restos de la barca de Sam, cuando con gran esfuerzo lleguen a un vergel imposible que con cebollas dulces y un ojo de agua sucia salvará sus vidas, volverán para torcer el destino.
Cruda, cautivante. ¿Hay maldiciones que decidan  una vida, la de toda un familia? ¿Pueden ser tan definitivos el odio, la codicia, la ira racial? ¿Se puede ir tras una obsesión absurda aunque se destruyan proyectos propios y ajenos?
Acá podés encontrar respuestas…y muchas más preguntas.
La marginalidad del alma humana es lo que preocupa a Louis Sachar, también en esta novela que se recorre con angustia y briznas de agotada esperanza. Jóvenes y adultos. Diría que demasiado fuerte para niños de menos de 14.

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