Literatura juvenil: seguir hurgando

De segregación y libre albedrío...

 “El alma al diablo” 
Marcelo Birmajer 
Grupo Editorial Norma  Zona Libre


1956. Mordejai tiene doce años. El  umbral en el que debe prepararse para la ceremonia del Baar Mitzvá que lo convertirá en un judío practicante, adulto para la religión de sus ancestros. Vive en Pasteur y  Corrientes, en el Once, muy cerca de la casa maldita, que le han prohibido siquiera mirar. Una casa sombría, cerrada hasta que vuelven Salomón y Tamara, cumplida ya la condena por un delito que se presume grave.
El chico tiene un camafeo de esa morada, abordada  por Rony –su mejor amigo- y sus hermanos, como un acto de rebeldía y coraje en una noche de esa  fiesta –fin de año-  que el pueblo judío no celebra.
Cuando Salomón y Tamara lo defienden de alguien que a punto de atropellarlo –iba distraído, más bien magnetizado por la presencia de esos vecinos denigrados por sus pares—lo insulta, se  siente en la obligación de devolver lo ajeno.
Es duro salomón. Es como que quisiera ser castigado. Solo cuando Mordejai escuche la historia tremenda que carga –se la cuenta él, en presencia de Tamara, que es bella, sufrida, callada- va a comprender sus actitudes desafiantes , su desapego, su aparente desprecio por el prójimo, por su religión y su pueblo.
Mordejai, niño todavía, único habitante del barrio que visita la casa, que se atreve a entablar una relación parecida a la amistad, con reservas, va a ser elegido para redimirse por este hombre que atraviesa la vida sin apellido, y –creen todos- sin nobleza.
Cuando el chico recibe la misión, con el peso de responsabilidad que conlleva, algo en él se quebrará, y algo también empezará a erigirse: su propia personalidad. Tendrá el coraje de enfrentar a su familia: no quiere ceremonia de acogimiento, ahora que del rabino  Musnak comprendió  el por qué de los rituales, para él vacíos y poco edificantes. No usará la quipá, no comerá kosher, no irá al templo, y sin embargo se desempeñará como el mejor de los judíos.
Llevará adelante su promesa, la concretará en 1967, apenas cumplida la mayoría de edad. Contará esta historia con el pesar de la indómita tristeza que se le enredó en los días desde que supo del martirio callado de un vecino negado, muchos años después, cuando lleve veintidós viviendo en Jerusalem con Paloma, hermana de Rony, muerto por Israel en las primeras acciones e la guerra de los seis días.
Extrañamente bella. Pone una mirada comprensiva en una edad  difícil , de búsquedas y apropiaciones, en un pueblo que padeció afrentas, persecución, genocidio, y que además de la enorme riqueza de cultura, compromisos con el saber, la ciencia, el arte, carga con el estigma de etiquetas odiosas y discriminadoras, y el enorme peso de algunas responsabilidades en el complicado  equilibrio del fuerzas de las naciones modernas.





De sagacidad y sutileza...

“Lo que quiere una mujer” 
versión de Estrella Escriña Martí  María Wernicke  
Calibroscopio  Col líneas de arena


Basado en uno de los “Cuentos de Canterbury”, de Geofrey Chaucer, quien vivió entre 1342 y 1400. Estrella toma lo que se conoce como “El cuento de la comadre de Bath”, que, se dice, es la quinta narración recopilada por Chaucer.
Un caballero de la corte del rey Arturo, fuerte y apuesto, arrebató la doncellez a una joven. Denunciado y condenado, hubo muchas mujeres que clamaron por su vida, de modo que Arturo dejó labrada la suerte del soldado al arbitrio de la reina y su corte, quienes decidieron que el desdichado podría salvar la vida  si al cabo de un año y un día lograba responder qué es lo que más anhela una mujer.
Con aprensión, el caballero marchó a develar el enigma…”quiere que la adulen, le escriban poemas”, le dijeron en Francia. No era suficiente. Marchó a España…”una mujer –le dijeron en la iglesia- quiere paz, estudio, sosiego, comunión con Dios”. No parecía la respuesta adecuada. De regreso a sus tierras,  mercaderes sirios agregaron “quiere sedas, joyas delicadas, riquezas”. ¿También eso?
El tiempo urgía. Encontró a los segadores que levantaban cosechas, que opinaron “quieren los placeres de la carne”
Cabizbajo y vencido, puso rumbo a la corte. El caballo anduvo a sus aires y lo llevó a una ronda de veinticuatro mujeres que desaparecieron en un instante y lo dejaron frente a la más horrenda y maloliente bruja que le dijo que ella tenía la respuesta, pero que debía prometerle que haría por ella lo que pidiera.
La cargó venciendo el asco y el rechazo. Llegó al límite del tiempo concedido. Las mujeres de la corte  de Camelot esperaban la respuesta… “lo que más quiere una mujer es ser dueña y señora de su propia vida”
Esa era la respuesta.
La anciana reclamó el cumplimiento del trato. Su demanda fue que el apuesto soldado la desposara…
Así se hizo, aunque nadie quiso acudir a la ceremonia para no ver la desazón del contrayente.
Cuando la esposa llamó al lecho al atribulado marido, quiso que él eligiera entre varias opciones… El, resignado, fue respondiendo por lo que aprendió en un año de búsquedas
                        “esposa, elige tú tu propia vida…”
Ella, dueña y señora, escogió. Si viajaste con este dignatario de Camelot, acompañaste sus dudas y sus avances, es justo que llegues a la cama con dosel,  abras las cortinas y develes el misterio de la decisión de la singular desposada.

Una historia que atravesó con su ingenio, su gracia, su lucidez todos estos siglos para llegar a vos en forma de un exquisito álbum delicadamente ilustrado por María Wernicke, en una cuidada edición de Calibroscopio. ¿Qué te digo? ¡un acierto!.





Preservar  territorios de pertenencia...


“Posición adelantada”  
María Florencia Gattari  
SM  Col El  barco de vapor  Serie Roja

Agustín detesta las muestras de afecto demasiado efusivas. “Sos pinchudo. Parecés un cactus”, dice  Gloria, su mamá, que está triste y descolocada desde que murió papá. No tolera que su tutora quiera amigarlo con la vida. Para eso está Nico, su mejor amigo desde segundo grado. Es ordenado. Las palabras le salen inoportunas desde lo de papá, con quien a veces sigue enojado porque lo dejó, porque estaba enfermo y no se cuidó , porque se murió y lo dejó sin futbol y sin tantas cosas. Lo extraña y lo necesita. Todos lo precisan: Gloria, Paulita, la abuela.
Cuando mamá ofreció playas como vacaciones, fue, a desgano. Entonces encontró a X, el perro más feo del mundo, que se transformó en su sombra.
Ahora Gloria propuso sierras de Córdoba, y, para entusiasmarlo, que fuera Nico con ellos.
Por eso irrumpieron en el mundo de Moray Magui, quien apenas vio a Nico, se prendó.
Mora está triste. Adora ese río. Lo conoce palmo a palmo. Es ágil en el agua. Es buena cuando nada. Y ahora le quieren quitar las sierras, el cielo con estrellas, el río, Blanche, a quien ama. Ese chico, Agus, tan torpe, tan desubicado con sus costumbres de ciudad, la pone de mal humor…¿o qué?

Algo hay ahí. Primero lo descubre él, cuando ve las lágrimas  que lo llevan a lanzarse al río, tan de ella a recuperar una toalla vieja… Morava a necesitar una larga charla con Blanche, que también fue extranjera y se instaló en el pueblito para amarlo y construir en él un proyecto de vida. “Con la voz del agua, de la noche, y  de los que tienen muchos kilómetros en sus zapatos”, la amiga vieja y sabia, le dirá que “se puede amar más de una tierra”
La posibilidad de Buenos Aires ya no asustará tanto. Puede retornar  su río cuando quiera. Allá estarán Agustín y X para enseñarle. Agustín, que cree que Mora es mitad mujer, mitad sirena, y que desde su adustez gruñona se atreve  a confesar  “Me gusta una mujer que me sorprende cuando se ríe y me desorienta cuando le llueve el río por los ojos”.
La recomiendo con fervor  adolescente. Tan cuidada. Tan conocedora de la sensibilidad de una edad difícil, llena de confusión e interrogantes para quienes la transitan y quienes deben ampara el tránsito: papás, maestros.
Cálidad y sabia desde l primer capítulo hasta la última palabra. Acercate a su entrañable economía.

 


De libertades que se conquistan


“Un amigo para siempre” 
Marina Colasanti  Rodrigo Folgueira 
Traducción de María Teresa Andruetto  
Calibroscopio Col  Líneas de arena

Una historia conmovedora. Real. La del escritor angoleño Luandino  Vieira, un ser extraordinario que luchó incansablemente por la independencia de su país, y por eso pasó tantos días en el lugar de estos hecho, pudo domesticar un pájaro, así como el principito alguna vez domesticó un zorro.
Un hombre está preso en una celda gris. No permite que nadie  vea la sonrisa de su alma cuando lo dejan salir al patio, que a él se le antoja un jardín, porque hay árboles que proyectan sombras juguetonas en el suelo, y sol, tan necesario para soportar el rigor ceniza del encierro.
Al principio el hombre lleva un libro. Lee. Pero decide que mejor llevar un pan,  partirlo y masticarlo poco a poco, para volver a convertirlo en trigal en el recuerdo…Así descubrió al pájaro, deseoso de compartir migas.
Fue un largo y paciente trabajo de días y meses conseguir disminuir la distancia entre hombre, migas y ave. Fue una conquista que el pájaro rojo de ojos redondos llegar a la punta de los zapatos del hombre preso.
Fue gloria que comiera de sus manos. Entonces los otros cautivos quisieron dominar un pájaro. Ninguno lo consiguió. Por eso,  ese ser alado único que comía trigales en la mano de un ser solo libre en sus pensamiento, fue de todos.
La apoteosis fue cuando la miga estuvo entre los dientes del prisionero, y el pájaro bajó a comer  esa sonrisa. Pero un día, las alas no llegaron. Tampoco lo hicieron el otro, ni el siguiente. El hombre, desolado, quiso justificarlo. Imaginar que buscaba mejores migas, que construía su nido…que lo atraparon, como a él.
Cuando la tristeza fue gris y rotunda, pensó “el pájaro fue en busca de un destino”. Eso lo alumbró para preparar sus días de libertad, lejos ya de aquellos muros que quitaban luz y osadía a sus mañanas, y esperanza a sus noches.

Qué cuidada edición. Qué elección acertada en tonos y ambientaciones. Un pájaro de libre vuelo, junto a un hombre transparente y claro, que lo espero, lo nutre, se nutre.



De reivindicaciones anheladas

“El regreso de Paíto” 
Rosita  Escalada  Salvo   
Ediciones  del Yasí  Posadas  Misiones  Junio de 2016


Quienes conocimos a “Paíto”, ese gurisito esmirriado del “Chaquito” posadeño, ese ser que aún marcado por el abandono, el dolor del desarraigo, las lacras que trae consigo la miseria, puso entereza a sus días y se procuró la misericordia del cobijo –el Turco- y el pan, y que recorriendo las calles como canillita conoció el amor  -Cristina-  y practicó la solidaridad precaria de los marginales, quisimos saber qué pasó con él después. Después de que lo dejáramos partir a la gran ciudad, con el consuelo pobre de que no iba solo, porque la providencia lo hizo coincidir en la vieja estación con Chingolo. Otro buscavida.
Esperamos. Veintidos años, con el sabor de la angustia de la despedida: Buenos Aires engulle tantas ilusiones. Borra y ningunea tantos sueños. Aguardamos, con la expectativa optimista de “tal vez”.
Veintidos años. “Paíto” –tenía un nombre que ni él mismo recordaba, pequeño y enclenque, un pajarito…pa-ito- se hizo vida y carnadura en 1994. Hubo muchas reimpresiones porque la novela, que se leyó en las escuelas –no sólo las de la provincia-, despertó genuino interés por la suerte de su protagonista. Rosita Salvo invitó al ejercicio de imaginar el después, y de hecho recibió aportes, sugerencias, gestos, invitaciones. Tantas, que se sintió en la obligación, en la necesidad, con disposición para responder a la curiosidad y la demanda de sus lectores.
Regresa a los escenarios de la infancia. Vuelve JOSÉ. Adulto. Con una sola herida abierta: el padre, ese interrogante. Para llenarse de paisajes entrañables… río, lugares de juego, rancherío, afectos. Para recuperar un destino en su tierra. Para rescatar o construir el amor.
Al menos esta vez se pudo burlar las tristes estadísticas del éxodo. Buenos Aires tendió una mano. Los esfuerzos se compensaron: un patrón que fue guía, un trabajo con futuro, una madre de presencia circunstancial, medio-hermanos. Chingolo no tuvo la misma suerte. Luces y sombras.
Pienso que la autora quiso dar chances, no sólo a José-paíto. Es cierto que la pobreza siguió  incrementándose, la marginalidad se enmascaró con planes y proyectos que no llegaron a dibujar soluciones. Crecieron los pueblos y la ciudad capital se transformó en una metrópoli atractiva, con sus edificios imponentes, su gran puente, su preciosa costanera.  La provincia tuvo proyectos, brindó algunas oportunidades que los visionarios y los osados aprovecharon bien… y también siguió escupiendo pobres y excluidos. Los barrios de identidad lavada, los asentamientos, las villas, se multiplicaron alrededor de los centros poblados. Las chacras otrora luminosas se volvieron capueras tristonas. Los montes se doblegaron y fueron refugio y oportunidad para algunos flagelos –narcotráfico, caza furtiva, apeo clandestino, minifundios y latifundios, la tierra cada vez más concentrada en pocas manos- . Luces y sombras. El que se pierde porque no hay opciones –Chingolos-, el que aprovecha la desesperanza…pero también el que lucha por lo que queda: nuestra selva y sus criaturas, el pan ganado con esfuerzo, la luz de los amigos, el apego a las cosas nuestras: un idioma tibio que se hermana con las  lenguas de la frontera, el  goce de nuestras comidas, el sonido y los aromas de nuestras frondas, la frescura de los cauces…nuestros mitos y rituales, nuestros temores atávicos, esa cultura de mixtura que nos hace tan especiales. Todo ahí, como epifanía y como alerta. Para José, Paíto, para nosotros.
Desde el punto de vista formal, ya no el relato lineal para seguir el derrotero azaroso del niño, desde el rancherío, la barriada, el basural, la calle y sus enigmas. Hay ahora efectos de zoom y desarrollos paralelos. Hasta el lenguaje acompaña la mesura de seres tempranamente templados por avatares de demasiada desgracia y poca ventura. No hacen falta ya las imprecaciones que caían sobre el desvalido o partían de él con la fuerza del látigo. Se apela a la riqueza expresiva de la oralidad, al idioma mixturado, cuando hace falta. Se nombra en guaraní o portuñol, cuando cuadra. Son seres maduros los que buscan destinos en territorios de incertidumbres y esperanzas.
Cumplió, Rosita Escalada Salvo. Con nuestras  expectativas, y con su tiempo y el nuestro, el de la complejidad, los tumultos, los interrogantes, los paradigmas caídos, las búsquedas.




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